Hubo que remontar dos barriletes de plomo, los dos con la misma genética: tiro libre al segundo palo, descontrol de la defensa frente a la sorpresa (la jugada preparada es ilegible como la mente de un terrorista) y desventaja en dos momentos en los que en el partido no había otra cosa que paridad en el juego como un espejo que se mira en otro.
Después del primer gol de Lanús, Boca reaccionó en la zona de resistencia pero no pudo atacar. Faltaban Benedetto, Pavón, Tevez y Centurión, confinados al aislamiento entre sí en medio de un círculo de la muerte que le tendieron los defensores de Lanús que se adelantaban y los volantes y delanteros que volvían como remises cuando perdían la pelota.
El empate de Tevez fue la presentación del Boca del ST, más atento en general y con más presencia de sus individuos. Pero cuando la noche viene negra se cumplen las supersticiones malas y Lanús volvió a adelantarse. Fue solo matemática, porque al equipo de Almirón se le había ensuciado el traje y apostaba todo lo que tenía a las escapadas de Acosta, veloz y amenazante pero con los carburadores un poco fuera de tiempo. Entonces llegó el segundo de Tevez tras una jugada por la derecha en la que se comprometieron con el mismo objetivo la lucha de Pablo Pérez quitando desde el piso, el desborde de Pavón que trabajó una pelota dividida hasta llevársela, el taco de Benedetto que Monetti tapó haciendo uso de un milagro y la arremetida de Cartlitos.
Los minutos finales -digamos los últimos diez- fueron los únicos de verdadero intercambio y en los que no hubo dominador ni dominado. Fue un gran espectáculo pese a su brevedad, y Boca asumió el riesgo con algunos recaudos (Peruzzi casi que no salió del hotel para que no se le escapara Acosta) y se mostró cómodo tanto para retroceder como para salir disparado hacia adelante. Para eso contó con un baluarte que cruzó todo el partido como el mejor jugador, tanto de los malos como de los buenos momentos del equipo: Pablo Pérez. Luego llegaron los penales, que es como que te allanen la casa. No sabés si quedarte parado o sentarte, si hablar o cerrar la boca. Vamos a resumir en dos palabras: Guillermo Sara.
Después del primer gol de Lanús, Boca reaccionó en la zona de resistencia pero no pudo atacar. Faltaban Benedetto, Pavón, Tevez y Centurión, confinados al aislamiento entre sí en medio de un círculo de la muerte que le tendieron los defensores de Lanús que se adelantaban y los volantes y delanteros que volvían como remises cuando perdían la pelota.
El empate de Tevez fue la presentación del Boca del ST, más atento en general y con más presencia de sus individuos. Pero cuando la noche viene negra se cumplen las supersticiones malas y Lanús volvió a adelantarse. Fue solo matemática, porque al equipo de Almirón se le había ensuciado el traje y apostaba todo lo que tenía a las escapadas de Acosta, veloz y amenazante pero con los carburadores un poco fuera de tiempo. Entonces llegó el segundo de Tevez tras una jugada por la derecha en la que se comprometieron con el mismo objetivo la lucha de Pablo Pérez quitando desde el piso, el desborde de Pavón que trabajó una pelota dividida hasta llevársela, el taco de Benedetto que Monetti tapó haciendo uso de un milagro y la arremetida de Cartlitos.
Los minutos finales -digamos los últimos diez- fueron los únicos de verdadero intercambio y en los que no hubo dominador ni dominado. Fue un gran espectáculo pese a su brevedad, y Boca asumió el riesgo con algunos recaudos (Peruzzi casi que no salió del hotel para que no se le escapara Acosta) y se mostró cómodo tanto para retroceder como para salir disparado hacia adelante. Para eso contó con un baluarte que cruzó todo el partido como el mejor jugador, tanto de los malos como de los buenos momentos del equipo: Pablo Pérez. Luego llegaron los penales, que es como que te allanen la casa. No sabés si quedarte parado o sentarte, si hablar o cerrar la boca. Vamos a resumir en dos palabras: Guillermo Sara.
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Carlos