La traición del invicto

Boca pecó de pasivo y sufrió la primera derrota del año, que le puede costar cara. Ni antes era imbatible ni ahora es una caricatura. Hay 90’ para reencontrarse.

Los invictos son una compañía traicionera, porque suelen maquillar los errores y destacar por demás las virtudes de un equipo, como si no existiera otra cosa más que la excelencia, oro y nada de barro, perfección sin mácula. Pero cuando caen, lo hacen con todo el peso de un engaño, parcial pero engaño al fin. Y de golpe y porrazo, un equipo que se acostumbró a ganar, también se desacostumbró a perder, y a la gimnasia de hacerse cargo de los costos que esto conlleva. Ni Boca era imbatible antes ni ahora es una caricatura de sí mismo, el asunto es darse cuenta y recuperar el equilibrio. No vaya a ser que le ocurra lo que a la Selección de Basile...

Lo bravo es que en el primer compromiso con carácter de final se dejó llevar puesto por el rival de toda la vida, que le jugó con el ADN robado de la historia del Boca Boca Boca, huevo huevo huevo, y ante eso no balbuceó mayor respuesta. Si es cierto que el árbitro lo perjudicó en la repartija de tarjetas, también lo es el hecho que fue espectador de su propia injusticia, partícipe necesario más por omisión que por acción. Aquí se ven las huellas del planteo de Arruabarrena, que puso un equipo para retener el balón y contragolpear, sin tomar nota, ni antes ni después, de que River lo llevó a otro terreno, para lo cual nunca tuvo plan. Ni A ni B. Boca no peleó ni jugó.

En el primer tiempo no se presentó, en el segundo tuvo alguna reacción, un tanto tibia. Demasiado poco para un plantel lleno de figuras, ayer ausentes, con la mala noticia de que, esta vez, no hay un Gigliotti a quien echarle el fardo...